Volver era lo último que el hombre necesitaba. Prefería seguir apedreando los balcones de Naila, alimentarse con carne de búfalo, acosar al capellan. No era que su misión no estuviera completa ahi, -después de su ausencia Xuntuáh jamás volvería a ser la misma-. Pero no. Lo que le doblaba las corvas era algo mucho más temible qe la ira de los feligreses y santos xuntuehnses.
Lo que él temía era volver sobre sus pasos, y en cada huella escuchar un nombre fantasmagórico que le rompiera el éxtasis con su recuerdo y defectos. Temía sus rostros impávidos al cruzarse -inevitablemente- con sus ojos vacios. Eso... y las voces esperanzadas que aun vibraban al escuchar la celestialidad de su nombre; los puños encrispados que seguramente le sonreirían, y algun otro suspiro que indefectiblemente lo habría de evocar.
¡ Terror ! Era eso lo que sentía. ¿A cuántos ejércitos habría de enfrentarse? ¿A cuantos exilios se condenaría? ¿Cuántos nombres tendría que adoptar?
La salida a todas sus helénicas pesadillas se encontraba -entonces y siempre- en Xuntuáh... -la mística y enamorable Xuntuáh-
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Lo que él temía era volver sobre sus pasos, y en cada huella escuchar un nombre fantasmagórico que le rompiera el éxtasis con su recuerdo y defectos. Temía sus rostros impávidos al cruzarse -inevitablemente- con sus ojos vacios. Eso... y las voces esperanzadas que aun vibraban al escuchar la celestialidad de su nombre; los puños encrispados que seguramente le sonreirían, y algun otro suspiro que indefectiblemente lo habría de evocar.
¡ Terror ! Era eso lo que sentía. ¿A cuántos ejércitos habría de enfrentarse? ¿A cuantos exilios se condenaría? ¿Cuántos nombres tendría que adoptar?
La salida a todas sus helénicas pesadillas se encontraba -entonces y siempre- en Xuntuáh... -la mística y enamorable Xuntuáh-
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