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miércoles, 24 de septiembre de 2008

Feliz... mmmmm.... Tú sabes ¬¬

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Hay cosas que no me gustan de él.

Si he de ser sincera, no me agrada su barba, ni sus besos y tactos casuales; ni sus “devezencuandos;” ni sus segundas mesas; ni su austeridad.

Siendo honesta, no me importan sus crisis emocionales de media noche; sus reservas ingenuas que le hacen sentir que tiene un poco más de él, de lo que tiene cualquier persona; no me importa ni me enerva la vulnerabilidad que le hago sentir y reconoce en situaciones incómodas y difícilmente olvidables; no me importan sus veintemil mujeres –ni aun las azules- ; no me desvela su inconsistencia, ni me quita el hambre su promesa de marchar.

No me importa en lo absoluto. No me importa, porque es él más que los orgasmos matinales de mayo; que las visitas nocturnas a la plaza; que las crisis e inconsistencias exiliadas; que las manos; que la deformidad.

No me importan sus coincidencias ni circunstancias nefastas; sus amarguras; sus repugnancias; su inestabilidad.

Me importa él. Aunque carga con el historial voluble y andrajoso de las alas ocultas, y los cristales ahumados; aunque no estaré para esperarle ni darle “tequieros;” aunque no tenga antojo de anelarle; aunque haya esquivado su amar.

Me importa él, ¡Carajo! Maldita sea la hora en la que sus pasos cruzaron mi andar.






Jamás hablaremos de esto. ¬¬
Que tengas un día medianamente aceptable,
lleno de las cosas que la gente dice y hace
en ocasiones como esta.
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lunes, 15 de septiembre de 2008

A veces

A veces siento que debería pedirte perdón,
-a pesar de lo reprobable que puedas encontrarlo-,
para que me disculpes la gente de sobra,
los silencios incómodos,
los ojos inquisitivos,
la risa sin razón.

A veces me encantaría
tener el tiempo que ameritan los besos largos,
para conocerles la distancia y confines,
asumirles incluso andrajosos y desbanquetados,
quitarles el tacto oponible que todavía no siento yo.

A veces me gustaría
no ser la ausencia que soy,
ni divertirme divagando con tu ceño fruncido y tu sien complicada;
ni deberte sueños,
ni caracolas,
ni razón.

A veces me gustaría pronunciar tu nombre con los ojos secos.
Me gusta tanto el mío en tus labios-
Y comprender cómo hacen las felicidades
Para esconderse en coincidencias tan pequeñas e insignificantes
como los roces debajo de la amohada

Me gustaría, -a veces-
Dejar de escribir
Y empezar a hablarte o dejarme sentir.
-Para la gente como yo es siempre tan complicado-

Decirte lo que te pienso
Cuando “todo está bien,”
O cuando soy tan ausente y despreferible,
Cuando te tengo miedo
Y cuando me esfuerzo vanamente por no cargar con mi ausencia.

A veces, sólo a veces,
pienso en que debería pedirte perdón
por las complicaciones y formulismos que me constriñen la paz y los labios;
Por las dudas que me quedan
tras tus verbos alcoholizados y tus advertencias de Messenger;

-Tras tus promesas posteriores a la errata,
tras mi tristeza indiferentizada,
me queda poco menos que el nudo en la voz
-

A veces quisiera jurarte
que detrás de quien soy, soy quizá la de siempre.
La que no se inexiste,
ni se ausenta,
ni se insomnea sin razón.

La que está,
y ríe,
y ama,
y llora.
La que no miente,
ni desplanta…
la que no pide perdón.

Pero a veces,
-sólo a veces-
quisiera pedirte perdón por ser Yo










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martes, 9 de septiembre de 2008

¿Qué haré el día que ya no pueda confiar en mí?

Olvídenlo, eso es blofear. –Confieso que realmente nunca he confiado en mí-. Al contrario, me da por encomendarme a las cosas buenas y maravillosas que tienen todas las existencias que no soy yo, en mí misma, pero que me pertenecen. -Es tan fácil colgar la esperanza en los percheros de las cosas inexplicables. -

Pero ese día habría de llegar. El trágico momento en que notara que viví a expensas de lo desconfiable, tomándolo, más que como verdad absoluta, como promesa inquebrantable de su eventual acontecimiento.

¿Qué hago si no puedo creer en mí? Si me quedo sin mis “fes”, y mis “algundías:” ¿En quien y por qué creeré? ¿Para qué me esforzaré en tener la más mínima esperanza de cualquier cosa? Qué digo esperanza… ¡SEGURIDAD! ¿A donde se me irán las certezas y las declaraciones fundadas en nada más que en la seguridad de su condición –hecho futuro de realización incierta-?

Qué pereza y qué desencanto.

Supongo que solo me queda… mmmmmmm… iba a decir “confiar” pero ¿Qué clase de cierre sería ese?


Paz
¿¿¿VES??? ¡No solamente de HOMBRES escribo!
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