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Hay cosas que no me gustan de él.
Si he de ser sincera, no me agrada su barba, ni sus besos y tactos casuales; ni sus “devezencuandos;” ni sus segundas mesas; ni su austeridad.
Siendo honesta, no me importan sus crisis emocionales de media noche; sus reservas ingenuas que le hacen sentir que tiene un poco más de él, de lo que tiene cualquier persona; no me importa ni me enerva la vulnerabilidad que le hago sentir y reconoce en situaciones incómodas y difícilmente olvidables; no me importan sus veintemil mujeres –ni aun las azules- ; no me desvela su inconsistencia, ni me quita el hambre su promesa de marchar.
No me importa en lo absoluto. No me importa, porque es él más que los orgasmos matinales de mayo; que las visitas nocturnas a la plaza; que las crisis e inconsistencias exiliadas; que las manos; que la deformidad.
No me importan sus coincidencias ni circunstancias nefastas; sus amarguras; sus repugnancias; su inestabilidad.
Me importa él. Aunque carga con el historial voluble y andrajoso de las alas ocultas, y los cristales ahumados; aunque no estaré para esperarle ni darle “tequieros;” aunque no tenga antojo de anelarle; aunque haya esquivado su amar.
Me importa él, ¡Carajo! Maldita sea la hora en la que sus pasos cruzaron mi andar.
Hay cosas que no me gustan de él.
Si he de ser sincera, no me agrada su barba, ni sus besos y tactos casuales; ni sus “devezencuandos;” ni sus segundas mesas; ni su austeridad.
Siendo honesta, no me importan sus crisis emocionales de media noche; sus reservas ingenuas que le hacen sentir que tiene un poco más de él, de lo que tiene cualquier persona; no me importa ni me enerva la vulnerabilidad que le hago sentir y reconoce en situaciones incómodas y difícilmente olvidables; no me importan sus veintemil mujeres –ni aun las azules- ; no me desvela su inconsistencia, ni me quita el hambre su promesa de marchar.
No me importa en lo absoluto. No me importa, porque es él más que los orgasmos matinales de mayo; que las visitas nocturnas a la plaza; que las crisis e inconsistencias exiliadas; que las manos; que la deformidad.
No me importan sus coincidencias ni circunstancias nefastas; sus amarguras; sus repugnancias; su inestabilidad.
Me importa él. Aunque carga con el historial voluble y andrajoso de las alas ocultas, y los cristales ahumados; aunque no estaré para esperarle ni darle “tequieros;” aunque no tenga antojo de anelarle; aunque haya esquivado su amar.
Me importa él, ¡Carajo! Maldita sea la hora en la que sus pasos cruzaron mi andar.
Jamás hablaremos de esto. ¬¬
Que tengas un día medianamente aceptable,
lleno de las cosas que la gente dice y hace
en ocasiones como esta.
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