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martes, 28 de agosto de 2012

Mar


Mar. Ser siempre Mar. Cargar en las cuencas el negro absoluto de sus profundidades; absorber su vacío, su eco mórbido en las cuerdas bucales; ser espuma opaca. Furia. Sal.

Fluir errática. Siempre.  Contenida en una inmensidad de escarpas y arena. Fluir lánguida. Enervada. Tumultuosa. Ser Mar en sus terribles consecuencias. En sus arrecifes de promesas rotas. Mar.

Latirme en las venas la bravura de sus olas de escarcha. La nostalgia de sus costas vencidas, de sus naufragios siniestros y ególatras; de su envidia del aire, la tierra, la paz.

Mar. Por siempre y para siempre Mar. El Mar de tu vacío y mi ausencia. El Mar de tu amor hundido en las inquebrantables tinieblas. El de las olas profundas; de la muerte abismal.

Ser Mar para que en mi nombre se nombren todas las causas perdidas. Lleguen a mí, en caudal lastimero, todas las lágrimas de Becquer y sus rimas. Ser Mar para no naufragar.

Ser Mar en tu muerte para inundar el fosa en que encuentres la paz. 











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miércoles, 22 de agosto de 2012

Me despertó el sonido áspero, vacío y desolador del tren. Una atmósfera ocre escurría por mi ventana. Un mundo de rieles forjados con sangre y óxido me arrebataba del púrpura de mis sueños. La incompatibilidad eterna entre el hombre y el hombre.