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miércoles, 4 de marzo de 2015

Te dejo

( ... a más de un año )

Tengo el silencio enclavado en el hemisferio izquierdo de la dicha. Ando por la vida recordando que de ti no me quedan más que los tiempos perdidos; el amor abaratado; los sacrificios inoficiosos.

Llegué a ti con el corazón hinchado de un amor reivindicable, de todo el gozo que tenían mis años de ilusiones perpetuas. Navegué en tu marea con la esperanza de un Colón amordazado, con las llagas de una Juana de Arco canonizada.

Te amé. Te viví. Te morí incluso en más de 500 ocasiones. Estuve en cada uno de tus desquicios y sangré mi paz por combinar con tus inconsistencias. De mí no quedan más que las cenizas del amor con que te alfombré los pasos.

Hoy me veo las cuencas vacías, las palmas astilladas, el corazón colapsado. No me cabes ya en la desdicha, en la insuficiencia de tantos años, de tantos Estocolmos anudados en el ombligo. No tengo la fuerza necesaria para levantarme tras tus embates, soy el toro que se desangra a media plaza.

Que te rieguen la dicha las lágrimas que me escocen las mejillas; que te afirmen los pasos mis plantas sangrantes, mi rumbo errático de viuda de clóset, de madre sin hijos.  

Me voy cargando el amor que no te fue bastante; arrastrando el sufrimiento que no valió ni una de tantas penas. Te dejo el recuerdo de todos los años, el dolor que no sentiste, las batallas que nunca lidiaste. Te regalo de mí lo que quieras: los desvelos inútiles, los favores que no te hacen falta, el apoyo que no mereces, al amor que no era tanto.

Te dejo mi insuficiencia, mi inseguridad de solterona prematura; te dejo mis sueños de cafés literarios, de familia en ciudades de provincia, mi trastorno obsesivo-compulsivo.

Te dejo el breve amor que fuiste, el extenso fluir de mis lagrimales; la eterna contracción de mi corazón ametrallado. Te dejo las valijas repletas de reclamos; el equipaje que no cargamos juntos. Te dejo. Por fin te dejo.   






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