Ahora estoy interminablemente de malas. He concluido el día con un tedio inconcebible atravesado entre el esternón y el esófago. Quiero romperle la mandíbula al primero que se atreva a hablarme de cualquier cosa, aunque incluya lunas y estrellas. Hoy me enferma la belleza de todas, la ignorancia de los otros, la pedantez de los demás. Hoy detesto a algunos cuantos como no detesté antes; he concluido que la fantochez es ignorancia, que la venganza sabrá dulce, que el respeto se pierde en la primera oportunidad. Hoy estoy fuera de todos lados; tengo a la mano los teléfonos de todos, y no quiero marcar un solo número. Tengo la oportunidad de verme humilde y cambiar, y me importa un bledo si soy o no un asco de persona. No me importa si no me quieren, si no me aceptan, si me hacen mala cara o me levantan la voz.
Pueden irse todos derechito al diablo, y, si les queda cerca, les recomiendo hacer escala en La Chingada.
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Pueden irse todos derechito al diablo, y, si les queda cerca, les recomiendo hacer escala en La Chingada.
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