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domingo, 20 de marzo de 2016

La síntesis




Primavera, 2013


Cuánto vacío entre nosotros. No quiero hablar de ti para no ensancharlo; para no extraerte del pasado en que anida tu devastación, y adornarte con las flores del recuerdo.

¿En qué momento volviste a mi? Tú, que te habías marchado hasta del borde de mi cama, ¿cuándo decidiste andar de nuevo la calzada de mis turbaciones?

Detrás de ti volvió este letargo idílico. Esta somnolencia en que me anego con la esperanza de permanecer en tus adentros; de serte más que las otras -que tantas otras-;  y camuflar torpemente el vestigio de amor del que nunca me he deshecho.

Hay tanto tú en la melancolía en que me pierdo. En esta insatisfacción absoluta; este limbo miserable. Te conviertes para mí en la personificación de todo lo deseable y en el exilio de todo lo asequible. Mi corazón  se transformó en un tigre sin garras.

Eres la angustia y la desesperación hecha hombre. Hecha manos. Rizos. Ojos. Labios. Voz. Eres el borde de lo inteligible;  la negación de lo descifrable; la síntesis del amor.








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miércoles, 4 de marzo de 2015

Te dejo

( ... a más de un año )

Tengo el silencio enclavado en el hemisferio izquierdo de la dicha. Ando por la vida recordando que de ti no me quedan más que los tiempos perdidos; el amor abaratado; los sacrificios inoficiosos.

Llegué a ti con el corazón hinchado de un amor reivindicable, de todo el gozo que tenían mis años de ilusiones perpetuas. Navegué en tu marea con la esperanza de un Colón amordazado, con las llagas de una Juana de Arco canonizada.

Te amé. Te viví. Te morí incluso en más de 500 ocasiones. Estuve en cada uno de tus desquicios y sangré mi paz por combinar con tus inconsistencias. De mí no quedan más que las cenizas del amor con que te alfombré los pasos.

Hoy me veo las cuencas vacías, las palmas astilladas, el corazón colapsado. No me cabes ya en la desdicha, en la insuficiencia de tantos años, de tantos Estocolmos anudados en el ombligo. No tengo la fuerza necesaria para levantarme tras tus embates, soy el toro que se desangra a media plaza.

Que te rieguen la dicha las lágrimas que me escocen las mejillas; que te afirmen los pasos mis plantas sangrantes, mi rumbo errático de viuda de clóset, de madre sin hijos.  

Me voy cargando el amor que no te fue bastante; arrastrando el sufrimiento que no valió ni una de tantas penas. Te dejo el recuerdo de todos los años, el dolor que no sentiste, las batallas que nunca lidiaste. Te regalo de mí lo que quieras: los desvelos inútiles, los favores que no te hacen falta, el apoyo que no mereces, al amor que no era tanto.

Te dejo mi insuficiencia, mi inseguridad de solterona prematura; te dejo mis sueños de cafés literarios, de familia en ciudades de provincia, mi trastorno obsesivo-compulsivo.

Te dejo el breve amor que fuiste, el extenso fluir de mis lagrimales; la eterna contracción de mi corazón ametrallado. Te dejo las valijas repletas de reclamos; el equipaje que no cargamos juntos. Te dejo. Por fin te dejo.   






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lunes, 16 de febrero de 2015

Primer renglón

Reina en mis amores
un hombre de anímicos desvelos;
que con incierto afán de sus anhelos
riega el basto jardín de mis dolores.

Ha sido mío en ilusorias realidades;
acompasado en mi lecho danzones subversivos;
seguido la ruta de mis deseos esquivos;
difuminádose presto ante mis debilidades.

Ha sido mi amor en papel y pensamiento;
bufón en mis ratos de desdicha innumerables;
último destino en la ruta de lo incierto;
primer renglón en mis secretos innombrables.

Es mi amor un eclipse en el otoño.
belleza que agoniza entre candor que convalece.
Aspiro al dolor aquél que no envilece
por ahogar la semilla antes del retoño.














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miércoles, 30 de julio de 2014

Piedad

Me olvidó. Le guardo el luto que se debe a las grandes cosas que silenciosamente se derrumban. Aquellos años quedan perdidos tras el velo de lo inesperable. Con mi lugar en su corazón se va todo lo que nos envolvía: las risas, el odio, la felicidad malsana. Veo ahora que en su nombre encerré más peso que en muchos otros. ¡Qué tirano el tiempo y el hastío que nos separó irremediablemente!

Difícilmente me arrepiento del cariño que le guardo, aunque ya antes me haya quedado con la mano vacía, buscando su tacto. Me deja de nuevo con la soledad que es sólo mía; la soledad de la que nunca se ha enterado.

Supongo que el olvido es como la muerte: hay que llorar al que olvidó; y no salir del féretro de olvidado.


martes, 16 de julio de 2013

Camino de Acozac

He aquí otro viaje a las lejanías de tu último destino. No sé qué tanto habría de sufrirse para tener por cierta tu ausencia; vivir en todos los dolores en los que has estado. Habría que decidir cuánto de tu dolor puede repartirse en mis desgracias; firmar con tu nombre las tragedias diarias que me esculpen la suerte. ¿Cuánto dolor para que salir de ti? ¿Cuánto dolor para que tu nombre se borre de mis recuerdos, de mi lista de felicidades inconclusas? ¿Cuánto tiempo para vivir a expensas de tu olvido, de tu imposibilidad absoluta y demacrada; de todas las posibilidades abortadas en nombre de los tiempos que no llegaron? ¿Cuánto dolor para perdonarme, para entender la furia que me da la inocencia perdida, la esperanza reseca, los sueños agotados?

Verte con los ojos de quien se ha resignado a la derrota; a la pérdida de todo lo absolutamente bueno. Verte con ojos de abismo, de nada postergada. Verte con el alma constreñida a lo irremediable de tu ausencia y sus implicaciones. Seguir el camino nuestro con la mano vacía; pasar las noches sin sueños, el tiempo sin años; batallar contra esta eternidad en la que te has convertido. Que no pasen por ti los estragos del tiempo. Eres una fuente inagotable de tragedias consumadas: de tu muerte todo es tragedia, todo es desgracia.

Voy a ti. A tu paraje terrenal de escombros y rosas; al manantial de las lágrimas que riegan tu recuerdo. -Ya habría que olvidarte, pero tú y yo sabemos que de ti podremos despedirnos, pero nunca alejarnos-. Voy a ti entonces. A la tierra en la que no estás, al aire que no respiras. Voy a incontinente. Voy a no olvidarte.


















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domingo, 14 de julio de 2013

Vacío


Vacío. Burdo e insensible vacío.
Soy un cúmulo interminable de Inexistencia;
un cáliz desbordante de Nada; 
un resplandor de obscuridad.

Soy el entendimiento de tu ausencia invencible;
La inactividad hija de tu pasividad absoluta.
Soy el hueco de tu aliento enlarvado;
el eco ahogado de tu inmovil corazón.

Soy la inercia del afán de olvidarte;
el salto hacia el abismo de tu carencia infinita;
La soledad de tu alcoba,
el polvo en tu sillón.

Soy el vientre cóncavo en que se engendran
los hijos que no tuviste;
soy el que no te dieron;
el amor que te inmoló.

Soy la paz inapetente;
la alegría indiferente;
el sufrimiento sin dolor.

Soy el vacío.
El burdo e insensible vacío que dejó tu adiós.
















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domingo, 17 de febrero de 2013

Devastación


Dejarte pasar. 
Desapricionarte de mi álbum de recuerdos espinados. 
Dejarte fluir entre los dedos quijanos de mi angustia;
 incontenerte en las grietas de mi fervor de Estocolmo. 

Dejarte pasar.  
Como se deja pasar la primavera, la felicidad, la vejez sedentaria; 
como se libera el sueño de las cadenas de la percepción. 
Dejarte pasar como a los errores de la impericia; 
como a los recuerdos indeseados; 
como a los sueños de la noche anterior.

Dejarte pasar.
Como pasa el fulgor del estío; 
como el tranvía de la estación olvidada; 
como pasa el pañuelo que el viento arrancó. 
Dejarte pasar como fluyen las lágrimas al seno; 
como se arroja al olvido el amor. 

Dejarte Ser en otros entendimientos, 
despojado para siempre de mi concepción de tu escencia; 
dejarte dejar de ser en mis términos 
para que seas en los términos de cuantas aniden en tus entrañas -vicerales y no-. 

Dejar que seas quien eres para dejar de ser el que recuerdo; 
el que aborrezco en los términos amorosos de quien desea más de lo que obtiene; 
dejarte pasar para entender que "todo pasa, porque todo se olvida, y el recuerdo entristece lo mejor de la vida". 
Dejarte pasar para reivindicar el amor nonato con que te adorné. 

Dejarte pasar. Como a los huracanes. Dejarte pasar. 













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martes, 22 de enero de 2013

Tres cabezas


Qué amargos son los momentos de deshoras; de incertezas mancilladas por los deseos más atroces: los sádicos, los autodestructivos. 

Cortar este cordón sensitivo que nos conecta en algún nivel inimaginable; en el de los sueños perpetuos: los menos creíbles. 

Avanzar en un suspiro los trescientos años que me faltan para olvidarte; para desvanecer del mapa de las posibilidades todos los deseos infecundos que tuvimos, para ahogar de una vez y para siempre al monstruo triteste que llamamos amor. 











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sábado, 22 de septiembre de 2012

Permanencia


Me quedé para ver que te has ido; para gozar tu ausencia en la vastedad de mi mundo de dos metros. Me quedé para cerciorarme de que cargaste con todo lo que te pertenecía: mi aroma, mis sueños, mi vida de canto y farra.

Me quedé aquí, a la sombra del olvido que plantaste, para trabar la puerta tras el eco de tus pasos; para no creer, ingenuamente, que volverías so pretexto de olvidar tu sonrisa en la mesita del café.

Me quedé para enmendar que tú te fuiste; para que hubiera quien salvara tu nombre del vacío de la ausencia; para crearte en las letras que se exhalan por mis dientes y materializarte brevemente en mi aliento. Me quedé aquí, mi amor, para probar que ni aun tu derrota me  haría claudicar.

Me quedé para convencerme de que no volverás.  















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martes, 28 de agosto de 2012

Mar


Mar. Ser siempre Mar. Cargar en las cuencas el negro absoluto de sus profundidades; absorber su vacío, su eco mórbido en las cuerdas bucales; ser espuma opaca. Furia. Sal.

Fluir errática. Siempre.  Contenida en una inmensidad de escarpas y arena. Fluir lánguida. Enervada. Tumultuosa. Ser Mar en sus terribles consecuencias. En sus arrecifes de promesas rotas. Mar.

Latirme en las venas la bravura de sus olas de escarcha. La nostalgia de sus costas vencidas, de sus naufragios siniestros y ególatras; de su envidia del aire, la tierra, la paz.

Mar. Por siempre y para siempre Mar. El Mar de tu vacío y mi ausencia. El Mar de tu amor hundido en las inquebrantables tinieblas. El de las olas profundas; de la muerte abismal.

Ser Mar para que en mi nombre se nombren todas las causas perdidas. Lleguen a mí, en caudal lastimero, todas las lágrimas de Becquer y sus rimas. Ser Mar para no naufragar.

Ser Mar en tu muerte para inundar el fosa en que encuentres la paz. 











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miércoles, 22 de agosto de 2012

Me despertó el sonido áspero, vacío y desolador del tren. Una atmósfera ocre escurría por mi ventana. Un mundo de rieles forjados con sangre y óxido me arrebataba del púrpura de mis sueños. La incompatibilidad eterna entre el hombre y el hombre.

domingo, 20 de noviembre de 2011

El desamor es una urgencia total. Insensible. Insaciable. El desamor es el desequilibrio maniático que a todos llama desde el fondo de la inconciencia. ¿Cuánta felicidad sería soportable en un cuerpo? Es necesario abrir un hueco en el alma y echarlo todo a la mierda de vez en cuando; un boquete para que se hunda la nave: ¡DIOS! ¡Las eternas desgracias de los buques que llegan a puerto! ¡Los miserables que ignoran los corazones gangrenados! ¡Los que no han sentido los ojos supurantes de sanguijuelas repletas!

¡Qué tragedia esta de las almas plenas y felices! ¡Qué desperdicio de existencia la de los amorosos de París y buenas noches! De los hijos vehementes de Dios y sus espinas germinadas.

El desamor es un salvavidas en medio del océano derrotado. -El que no bate ni lucha. El que no vive-. Es la cuerda que rescata en la cima del monte conquistado. La asfixia que encuba del primer aliento. La gota de sangre que descompensa el corazón.





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domingo, 13 de noviembre de 2011

A Adriana

Verla ella es como mirar a un espejo opaco, empañado, quebradizo. Es como escuchar golpeteos de alas murciélagas en las paredes de la memoria. [¿Son sus ojos los míos? ¿Es su amor el nuestro?]

Verla es como sangrar su dolor en mis palmas; tocar sus clavos, su corona de espinas en mi propia frente.

Verla a ella, a su disposición de cupido en primavera, es revivir el amor que enterró sueños en el cementerio de mi cadera; en la vacante mortuoria en medio de mis senos de escarcha. [¿Son sus plegarias las mías? ¿Es mi temblar su esperanza?]

Verla a ella es sufrir de nuevo el más feliz e impío de los idilios. La devoción más inicua que jamás se haya sentido.

Verla a ella y sus yemas rotas, su labios morticios por el choque de los besos amoroso y furtivo. [¿Será su destino el mío? ¿Es mi desamor su duelo?]






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