Me olvidó. Le guardo el luto que se debe a las grandes cosas que silenciosamente se derrumban. Aquellos años quedan perdidos tras el velo de lo inesperable. Con mi lugar en su corazón se va todo lo que nos envolvía: las risas, el odio, la felicidad malsana. Veo ahora que en su nombre encerré más peso que en muchos otros. ¡Qué tirano el tiempo y el hastío que nos separó irremediablemente!
Difícilmente me arrepiento del cariño que le guardo, aunque ya antes me haya quedado con la mano vacía, buscando su tacto. Me deja de nuevo con la soledad que es sólo mía; la soledad de la que nunca se ha enterado.
Supongo que el olvido es como la muerte: hay que llorar al que olvidó; y no salir del féretro de olvidado.