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domingo, 16 de mayo de 2010

El fantasma de la partidocracia

Mira, Alex, soy bien buena onda: un fragmento.

Lástima, te tocó la suerte de leer puras citas.

Meche: listo, he publicado "algo".



El término “partidocracia” surgió de la denominación italiana “partitocrazia”, que a principios de los sesentas entendía como tal a “las críticas que se hicieron recaer sobre los siguientes temas, relacionados todos con la actividad de los partidos en sus vínculos con el Estado; la merma del cuerpo electoral en su capacidad de toma de decisiones, como consecuencia del monopolio de los partidos; la práctica que consiste en obstaculizar los procesos de la legítima formación de la voluntad estatal, suplantada por los pactos y acuerdos entre los partidos; el desprestigio de la clase política y la aniquilación de la independencia de los legisladores en lo individual, la injerencia de los partidos en los órganos del Ejecutivo”.[1]

Diego Valadés considera que entre los factores que contribuyen a percibir negativamente a los partidos –y al Congreso-, derivando por ende en la desconfianza ciudadana, se encuentran “el interés de los medios por desprestigiarlos […]; la exacerbación de las tensiones propiciadas por el gobierno, con el Congreso y los partidos, para transferir a éstos las consecuencias de la ineptitud gubernamental; la incapacidad del Congreso para conducir proyectos viables de reformas institucionales y los numerosos episodios de corrupción en los partidos”[2]. En este sentido –señala el autor- , el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México realizó una encuesta sobre cultura constitucional; en los últimos tres lugares, -es decir, los organismos que mayor desconfianza generan-, se encuentran los diputados federales, la policía, y los partidos.[3] En opinión del autor, la desconfianza generada por estos factores, lleva a las sociedades a intentar “ciudadanizar” los procesos e instituciones políticos, considerando que la falta de relaciones con los partidos significa “una especie de certificado de calidad moral”, lo cual no únicamente se observa en las instituciones y organismos electorales, sino que se extiende a la ostentación de “candidatos ciudadanos” que algunos postulantes han realizado.

Como señalamos con anterioridad no han sido pocas las ocasiones en que se enlaza a las candidaturas independientes con la partidocracia y la consecuente falta de confianza en los partidos políticos; algunos autores, incluso, consideran que el abstencionismo es un fiel reflejo de la desprestigio de los organismos de interés nacional que ya no representan a los ciudadanos; “la gente opina que los partidos sólo buscan su bienestar e intereses, alejados cada vez más de los ciudadanos que no militan en ellos y aun en los que son sus miembros”[4].



[1] CALISE, citado por DE LA PEZA, J.L., “Candidaturas Independientes”, en “Tratado de Derecho Electoral Comparado de América Latina”, 2a. Ed. Nohlen, et al, comp. México, Fondo de Cultura Económica, 2007. Pp 613.

[2] VALADES, D. “Problemas Jurídicos de las Precampañas y las Candidaturas Independientes”

[3] CONCHA, H., et al, “Cultura de la Constitución en México”, México, UNAM, 2004, pp 62.

[4] LOPEZ LENA Cruz, H. Iniciativa de reforma que modifica el artículo 218 numeral 1 (…), disponible en http://www.gob.mx/wb/egobierno/egob_Iniciativas_de_Ley fecha de consulta 15 de febrero de 2010.