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lunes, 27 de julio de 2009

La capacidad del No-Asombro

Hay frases que circulan de boca en boca, patéticamente. Se le ocurren a algún guionista de Televisa, y se multiplica como conejos en las gargantas y psiques de todos los intelectualoides conductores de televisión. Las repiten –casi- con anhelo febril de que se conviertan en realidad, y en pauta de vida para los pobres mexicanos televidentes.

El problema está cuando estos mexicanos televidentes tienen mente de esponja y boca de merolicos. Ahí surgen las grandes tragedias y catástrofes intelectuales, las ofensas a la lógica y la coherencia humanas –está bien, exageré-

Hace poco, una persona de estás quiso sorprenderme/abrirmelosojos en relación a lo que esta pasando en nuestro tan hermoso y glorificado Estado. El sujeto, después de describir ante el resto de los comensales las desgracias que asolan a la ciudad “a metralletas –porque no “a manos”- de la PFP y el Ejército, cerró con broche de oro diciendo, -¡¡Qué digo diciendo!! ¡ORANDO! ¡¡¡Resonando como Heraldo Real!!!- la siguiente frase célebre, ajonjolí de todos los moles comunicativos: “Lo alarmante de todo esto es que se pierda la capacidad de asombro.” Y, ¡Dios! ¡NO! ¡Oh, NO!

Por su puesto que di las razones y argumentos lógico-jurídicos que sustentan mi tan divinizada ofensa, y el sujeto en cuestión se defendió dignamente -aunque sin fundamentos de peso y menos aun de sentido- pero para evitar hacer un guión de lo que sucedió y reproducir la discusión incluyendo los choques de copas y las interrupciones de los meseros, me limitaré a exponer simplemente mi punto de vista.

Ciertamente, nuestro estado –y nuestra ciudad- han sufrido un cambio social de grandes dimensiones en los últimos años. No es necesario hablar de ese mito de “la isla de la tranquilidad” en la que por décadas vivimos y creímos. Caminar solo por las noches sin ningún temor o consecuencia; hacer bromas sobre cómo era que los chihuahuenses “golpeábamos a quien nos trataba de asaltar,” y demás glorias hace tiempo perdidas. Hoy en día, tenemos cuota de homicidios, cuota de asaltos a mano armada, cuota de secuestros, y cuotas elevadas de camión. Ciertamente ya no nos importa. Los encabezados de los diarios dejaron de ser el número de personas muertas, lo mismo que dejaron de serlo en su momento las mujeres desaparecidas; ciertamente los niños comprenden esto como parte de su realidad, y ciertamente hay sectores de la población que encuentran alguna mezquina diversión en presenciar dichos acontecimientos, y guardar trofeos de cada una de las ejecuciones que les toca experimentar…. ¡Si! Simple y llanamente SI, eso es cierto.

Sin embargo, “lo alarmante” “el problemano esque perdamos la capacidad de asombro”. La capacidad de asombro no tiene ninguna consecuencia relevante, en términos reales. No representa sino una consecuencia moral; una lamentación en el plano humano, y por tanto subjetivo de la población. La capacidad para asombrarse no debe de ser factor de relevancia para que la autoridad haga o no su trabajo. El hecho de que seamos un pueblo de insensibles, o uno de nenes llorones, no debe ser obstáculo ni aliciente para que se aplique y ejerza la ley.

Lo alarmante está en el simple hecho de que estas cuestiones se hayan presentado y sigan presentándose. Que la primera ejecución en la vía pública se justifique diciendo “¡Ah! ¡Qué más da! ¡Se matan entre ellos!” para, por tanto, aplaudirse casi como una justicia divina, y lavarse las manos cual Poncio Pilatos. Lo alarmante es que haya más de un caso, que permitallegar a la apreciación de que “se ha perdido la capacidad de asombro:” de haberse erradicado los fenómenos que ahora nos no-sorprenden, no habría con qué cuantificar la indiferencia que nos embarga, y que nos han pregonado como terriblemente trágica.

¿Qué caso tiene que la sociedad se alarme, se indigne, saque la ropa blanca para manifestarse un domingo, si la autoridad va a actuar de la misma ineficiente manera en qe lo ha hecho anteriormente? ¿Tiene caso que digamos WOW con los ojos pelonesv -O.O-, cada mañana al ver el periódico? ¿Que estemos tan espantados y sobresaltados que nos quedemos en nuestras casas los fines de semana, abandonemos el Periférico de la Juventud por un ficticio toque de queda, y esperemos ver salir a la Procuradora en televisión para asegurarnos de que no está secuestrada? ¿Es realmente esto lo preocupante? No. Lo alarmante es que la policía responda a los llamados 2 horas después de que han sido realizados. Que los testigos no declaren, que las victimas no denuncien. Que la autoridad se vea limitada ante la fuerza de sus adversarios, que los delincuentes se burlen del estado de derecho; ¡Que las autoridades se burlen del estado de derecho! Ver a los militares patrullando dentro de vehículos municipales, que la PFP irrumpa en viviendas sin orden de cateo. ESO es lo alarmante, no que ya no nos persignemos al escuchar que han muerto otros 15 más.

Concluyo pensando, que la única relevancia que pudiera tener nuestra –perdida- capacidad de asombro, radica en que si fuéramos un pueblo valiente, nos indignaríamos y reclamaríamos soluciones hasta obtenerlas. En esa improbable hipótesis, tendría fondo y relevancia la “alarma” que tantos han adoptado como propia y que se le ocurrió a algún mercadólogo de televisión.

Mientras, que no me vengan con moralismos de que lo trágico y resaltable de nuestras recientes desgracias es que hoy nos interesa menos la vida de los otros. Ahora resulta que a alguien se le ocurre decirlo, y ya todos traen como novedad que la muerte ajena nos importa un bledo. No seamos hipócritas, ¿Cuándo nos ha importado más que eso?





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