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domingo, 31 de agosto de 2008

Hasta Aquí Te Escribo

Porque un amor que nace tan vehemente
Es natural que muera muy temprano
Juan De Dios Peza. La Carta.



Déjame seguir soñando
Le decía yo con los insomnios colgados de las pestañas.
Soñaba irrisoriamente
Como sueñan, con pasión y gozo, las enamoradas.

Mis sueños no fueron
-ni son, ni serán-
Tan ávidos nunca
Como para llevarle al filo de mi amor sin retorno.

Pero ha sido mi gozo macabro
Para jugarle la treta de los amores magnos.

No tengo, ni a él ni a su desidia,
La más mínima desgana que reclamarle
Que al seguir soñando
-Como tantas mañanas-
Mis propias manos construyeron telarañas.

Fue su afectuosa endorfina
La que me tuvo al borde del amor, por semanas
Y el vacío inapetente de mi voluntad acabada
Le insomneó grandioso,
Y grandioso me partió el alma.

No estarían mis versos
Jamás!, ¡Ni en esta vida, ni en varias!-
Para llorarle desamores, desplantes o descaros.
Ni mis manos regordetas para firmar La Carta:
Hasta aquí te escribo.
Ya no quiero seguir soñando
.”




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sábado, 30 de agosto de 2008

Hasta aquí.

Será la primera vez que te escriba alcoholizada. Y espero terriblemente, que sea la ultima.
No voy a esforzarme editando, paro no perder el toque etílico de la amargura de mis palabras. (¿Será eso una contradicción en los términos?)

Blah. Me he cansado de amarte y maldecirte esporádica y repetidamente a lo largo de este tiempo. –no. No se cuanto es, no me importa, no quiero saberlo. Estoy harta de imaginarte todo, de ilusionarme cual colegiala. Estoy harta de tí.

¡En serio! Es increíble que a estas alturas, en estos momentos, alce las yemas de mis dedos –porque no la voz- para decirte y concluir que me enferman tus "devezencuando", que me sulfuran tus inconsistencias, que me harta mi esperanza y mi desamor.

No te quiero. No te necesito. He vivido sin ti, y pese a ti viviría, pese a tus mariposas y tu endorfina, a tu amor magno, a tu redención incondicionada. No eres nada, y nada quiero que seas. No eres nada y nada serás.

Estoy harta de ti y mis esperanzas. De mis sueños positivos, de mis convicciones absurdas. ARGH!!! Real y alcoholizadamente estoy harta de ti!!

Se acabó. Te acabaste. Hasta aquí.

lunes, 25 de agosto de 2008

Terror

Ese hombre me aterroriza. Causa en mí una impresión tan grande, que me obliga a prender la luz a mitad de la noche para exorcizar su rostro de mis pesadillas. Me trae dando vueltas por la geografía de las sábanas, y me horroriza el poder que tiene para partirme el sueño en todos los fragmentos de los que es capaz su voz.

Me sobrecoge. ¡Me aterra! Puede llevarme a la mortandad del vulgo con una sola flexión del índice de su diestra; y volverme una mujer tan despreciablemente ilusionada, capaz de sepultar descanso y primacías para soñar con su amor.

Tiene su nombre embrujo tan grande, que es capaz de secuestrarme la voz para alabarle circunstancias y coincidencias; y llevarme al borde del llanto solamente por no entender el amor.

¿Cómo no puede temérsele a ser tan horrorífico y espeluznante? Dueño de poderes paganos hechizantes y de fuerzas sobrehumanas, que desarman a los seres como yo.

¡Temerosa! ¡MORTAL! ¡Presuntivamente enamorada! Confinada al rincón seguro que me da el mutismo y me quita su mirada, tan mujer y tan niña, tanto gozo y terror.

Ese hombre. Su voz. Su piel. Su mirada. ¡Qué temor tan absurdo, y qué desesperanza tan magna! ¡Qué terror tan augusto! ¡Qué afable penar!
Hasta aquí te escribo.
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jueves, 21 de agosto de 2008

Inexistencia

Me tiro en la silla, sin fuerzas siquiera para que me hierva en la sangre la resbalosa fémina sentada a mi espalda. El día de mañana se desarrollará en los mismos términos que el de hoy.

Pido otra cerveza, estoy casi dispuesta a olvidar que no soporto el sabor que me deja en la boca. Tengo tanto tiempo para quejarme que no voy a reparar en el sabor del medio que me llevará a mi etílico fin.

Blah. Hoy tengo tan pocas ganas de andar jineteando la vida. Me apetecen tan poco la claridad de las mañanas y el refulgir de las sonrisas, que podría sepultarme indiferente en la apatía de mis horas, sin razón.

Blah, hoy el mariachi y el trío me dan exactamente lo mismo. La ciencia política y la política ficción no me producen siquiera cosquillas en el paladar.

Soy una contradicción en mí misma. Tengo el valor de una moneda de latón devaluada. Soy el punto vacío entre la indiferencia y la ignorancia. Soy el cúmulo de coincidencias que el destino descuidó.

Soy, y soy nada. Ni el amor que pasa, ni la pasión que se queda, ni el sueño que nunca llegó.

Blah. Estoy harta de ser la parodia que he sido las últimas semanas. Estoy harta de los insomnios endorfínicos, de los temblores embelezados, del odio y del amor.

Me enferman el vacío y la plenitud de mis horas desgastadas; mi apatía y enfado ante las mortandades que envician y anegan el aire, me enferman todas y cada una de las cosas que cicatrizan el corazón.

Hoy no tengo nada más que tiempo para quejarme. Tiempo para inexistir imperfecta. Para ignorar las consecuencias y felicidades de cualquier cosa que se mueva, para no vivir ni en el miedo ni en el amor.

Hoy soy y no soy. Hoy no sé, ni siento, ni me importa. Ni quiero preocuparme por infimidad catastrófica, ni por posibilidades nebulosas, ni por ningún magno amor.

Hoy soy, y soy nada. Hoy solamente me quejo. Y quejándome e inexistiendo, soy Yo.





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martes, 5 de agosto de 2008

Niyúroma

....Quietud, emoción y felicidad congregadas todas en la misma caja toráxica....


-Me arde el reloj en el pulso, por sentir de nuevo la breve emoción de su nombre en mi pantalla-

Quién fuera sus letras.
Quién fuera el alcohol que le emborracha la sangre
Y lo aleja de tretas y esperas absurdas.

Quién fuera el amor maldito
Que ha exiliado de sus tardes hermosas.
Quién fuera su tiempo.
Quién fuera su paz.

Quiero verle ahora mismo,
Y atarle a la realidad nefasta
De mis días y noches;
Y ser en él los insomnios y los sueños;
La plenitud y la espera;
El siempre y el jamás.

Quiero amarle y vivirle;
Y saberle mi amor y llamarle mi amigo;
Y tenerle por cierto y tangible;
Y vivir en sus ojos;
Y latir en su voz.

Quiero que sepa,
Mas no puedo decirle.
Pues no había temido desgracia más grande
Que la de no ser sus versos,
Ni tener derrota en su claudicar.

“Que no venga”, dice él
Con el dolor y el miedo de los resignados.
“Ha llegado”, digo yo,
Con la pasión y el gozo de los enamorados.








Hasta aquí te escribo. Déjame seguir soñando.
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