Porque un amor que nace tan vehemente
Es natural que muera muy temprano
Juan De Dios Peza. La Carta.
“Déjame seguir soñando”
Le decía yo con los insomnios colgados de las pestañas.
Soñaba irrisoriamente
Como sueñan, con pasión y gozo, las enamoradas.
Mis sueños no fueron
-ni son, ni serán-
Tan ávidos nunca
Como para llevarle al filo de mi amor sin retorno.
Pero sí ha sido mi gozo macabro
Para jugarle la treta de los amores magnos.
No tengo, ni a él ni a su desidia,
La más mínima desgana que reclamarle
Que al seguir soñando
-Como tantas mañanas-
Mis propias manos construyeron telarañas.
Fue su afectuosa endorfina
La que me tuvo al borde del amor, por semanas
Y el vacío inapetente de mi voluntad acabada
Le insomneó grandioso,
Y grandioso me partió el alma.
No estarían mis versos
-¡Jamás!, ¡Ni en esta vida, ni en varias!-
Para llorarle desamores, desplantes o descaros.
Ni mis manos regordetas para firmar La Carta:
“Hasta aquí te escribo.
Ya no quiero seguir soñando.”
.