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miércoles, 25 de febrero de 2009

Son todos tan extraños

Hoy, como muchos otros días, mi Libro en turno, mi aparatitoparaescucharmusicaconnombreextranjero, y yo decidimos ir a tomarnos un café.

Estabamos los tres disfrutándo apaciblemente de nuestra perfecta compañía, cuando dos conocidos míos, en distintos momentos, nos molestaron preguntándonos qué hacíamos en ese lugar, con quién estábamos, y por qué.

- ¿Qué haces?
*Corto flores en una verde pradera mientras corro con mi cabellera y mi vestido blanco al viento, compa, ¿Qué parece?
- Leo, escucho música, y tomo café

- ¿Y con quienes vienes?
*Con una hueste de ángeles y amigos imaginarios que en este momento te miran hostilmente y estan dispuestos a descargar la ira divina sobre tu humilde persona.
- Sola

- ¿SOLA?
*Además de Perspicaz, ¡SORDO!
- Sí, sola. ¿Por qué?

- Ah... no... nomás... por nada... -Inserte cara de desconcierto aquí-
*Eso pensé , ahora, ¡Aléjate! ¬¬



¿Por qué son todos tan extraños? No comprendo por qué les resulta tan incomprensible un placer tan sencillo como ese; o el hecho de que haya diversión y regocijo en actividades distintas a las tan superfluamente realizadas por ellos.

Pero bueno, supongo que los mortales son para verlos desde las alturas, y no para entenderlos.



Paz
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sábado, 7 de febrero de 2009

Aquellas

Decir amigo
es decir lejos
y antes fue decir adiós
y ayer y siempre
lo tuyo nuestro
y lo mío de los dos.
-Joan Manuel Serrat. Decir amigo-
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Ella es libre, etérea e incorpórea. Risueña como muchas, insensible como pocas. Le recuerdo muchas veces con gozo en la sonrisa; confieso que se me suelta el ceño cuando pienso en sus antaños.

Los años con ella fueron de paz y alegría. –Odiar tanto nunca fue tan gratificante.- Le extraño las nieves de invierno, los tactos dactilares, las frases incompletas.

Ella y yo solucionamos el mundo más de una vez, casi por accidente. La religión, la filosofía y el sexismo continuamente nos hicieron los mandados.

Yo a ella la amé y la amo, -si puede llamarse amor a cualquier sentimiento mío- La admiré en silencio, y la celé en vano.

Fuimos libres, etéreas e incorpóreas. Con el entonces mundo en nuestra contra, y los discmans de dos manos. Las aves nos temían, La Libertad nos extrañaba.

Yo tuve para ella reclamos encarnecidos. –Jamás le escribí nada que la alentara en forma alguna- Me dediqué a exigirle todo lo exigible, a quejarme de todo lo quejable.

Aquellos nuestros años pasaron hace tiempo. Ella tendrá, seguramente, otras nieves de invierno y otras frases incompletas. Yo no he tenido nada para olvidarla o sucederla. Amor así no se suplanta a 12 pasos.

Aún así la tengo, en la ausencia. Y recuerdo, embelesadamente, las arpías y los cuervos que nos bautizaron nuestros nombres. La extraño eventualmente, otras veces la maldigo.

Me alegran sus dichas, me enorgullecen sus éxitos. La veo tan mía como lo fue hace tiempo.

Yo la quiero así, todavía. Le escucho las palabras aquellas, ahora que me habla de cualquier otra cosa. Para mí es ella, la etérea, la incorpórea. No tiene cicatrices ni manchas en los senos. Es tan bella como mía, tan perfecta como eterna.

No me preocupa si volverá algún día, -les confieso que nunca se ha ido-. No me enervan sus amores costeños, -todos sabían que llegaría el tiempo-

Yo la tengo eternamente, aunque su presencia me alumbre el hastío sólo 2 veces al año- Así la tengo, así la vivo.

Y si algún día se fuera para no volver nunca del exhilio, no emitiría mi pecho la más leve sospecha de quejido. Sería tan mía como entonces, como ahora. Y seríamos también nosotras, ella y yo, las de entonces: las malditas, las felices, la odiadas…

Aquellas: las libres, las etéreas e incorpóreas.

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lunes, 2 de febrero de 2009

De peluches y canciones

Hoy escuché, casi como revelación de un recuerdo olvidado, la canción aquella que es tuya y mía, pero no nuestra. Aquella que cantaste en zaguanes y jardines, y agitaste como bandera ante mis ojos dilatados.

Hoy la canción me sepa tal vez a un grato recuerdo, o quizá me de gracia recordar sus letras en tu voz.

Puedo decir a mí favor, que respiro a pulmón abierto, tengo toda la libertad que quiero, y que estoy en paz, más que en ninguna otra ocasión.

Con mi forma de ser no nos metamos, -bien sé que nunca has comprendido la más mínima parte de mí.- Si puede o no hacerse algo, nuestra paranoia lo va a impedir.


Estoy casi dispuesta a decir que lo siento...

pero no es así...

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