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martes, 21 de junio de 2011

Elegía para ti y para mí

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente en mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo.
Y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.


Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizás, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste mas que cosas posibles
dejarás poco a poco de mirarte al espejo.


Acaso nos veremos un dia casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré, quizás "Que linda es todavia"
Tú quizás pensarás: "se está poniendo viejo"
Tu irás sóla o con otro. Yo iré sólo o con otra.
O tú irás con un hijo que debiera ser
nuestro.


Y seguirá muriendo la vida , año trás año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún dia, me dirá que te ha visto
o una canción de entonces me treará tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas
pensaré en tí, un instante,
pero cada vez menos...


Y pasará la vida. Yo seguiré soñando,
pero ya no habra un nombre de mujer en mi sueño.
Ya yo te habré olvidado definitivamente,
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
Y quizás para entonces al cruzar una calle
nos vimos frente a frente ya sin reconocernos.


Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos para siempre, cruzadas sobre el pecho.
Tú con los ojos tristes, y los cabellos blancos
te pasarás las horas bostezando y tejiendo,
y cada primavera renacerán las rosas
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.











José Ángel Buesa







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viernes, 17 de junio de 2011

Despedida

Conque entonces, adiós. ¿No olvidas nada?
Bueno, vete… Podemos despedirnos.
¿Ya no tenemos nada qué decirnos?
Te dejo, puedes irte…
Aunque no, espera, espera todavía
que pare de llover… Espera un rato.

Y sobre todo, ve bien abrigada,
pues ya sabes el frío que hace allí afuera.
Un abrigo de invierno es lo que habría
que ponerte… ¿De modo que te he devuelto todo?
¿No tengo tuyo nada?
¿Has tomado tus cartas, tu retrato?

Y bien, mírame ahora, amiga mía;
pues que en fin, ya va uno a despedirse.
¡Vaya! No hay que afligirse;
¡vamos!, ¡no hay que llorar, qué tontería!

¡Y qué esfuerzo tan grande
necesitan hacer nuestras cabezas,
para poder imaginar y vernos
otra vez los amantes
aquellos tan rendidos y tan tiernos
que habíamos sido antes!

Nos habíamos las vidas entregado
para siempre, uno al otro, eternamente,
y he aquí que ahora nos las devolvemos,
y tú vas a dejarme y yo voy a dejarte,
y pronto partiremos
cada quien con su nombre, por su lado…
Recomenzar… vagar…
vivir en otra parte…
Por supuesto, al principio sufriremos.
Pero luego vendrá piadoso olvido,
único amigo fiel que nos perdona;
y habrá otra vez en que tú y yo tornaremos
a ser como hemos sido,
entre todas las otras, dos personas.

Así es que vas a entrar a mi pasado.
Y he de verte en la calle desde lejos,
sin cruzar, para hablarte, a la otra acera,
y nos alejaremos distraídos
y pasarás ligera
con trajes para mí desconocidos.
Y estaremos sin vernos largos meses,
y olvidaré el sabor de tus caricias,
y mis amigos te darán noticias
de “aquel amigo tuyo”.

Y yo a mi vez, con ansia reprimida
por el mal fingido orgullo,
preguntaré por la que fue mi estrella
y al referirme a ti, que eres mi vida,
a ti, que eras mi fuerza y mi dulzura,
diré: ¿cómo va aquella?

Nuestro gran corazón, ¡qué pequeño era!
Nuestros muchos propósitos, ¡qué pocos!;
y sin embargo, estábamos tan locos
al principio, en aquella primavera.
¡Te acuerdas? ¡La apoteosis! ¡El encanto!
¡Nos amábamos tanto!

¿Y esto era aquel amor? ¡Quién lo creyera!
De modo que nosotros -aún nosotros-,
cuando de amor hablamos
¿somos como los otros?
He aquí el valor que damos
a la frase de amor que nos conmueve.
¡Qué desgracia, Dios mío que seamos
lo mismo que son todos! ¡Cómo llueve!

Tú no puedes salir así lloviendo.
¡Vamos!, quédate, mira, te lo ruego,
ya trataremos de entendernos luego.
Haremos nuevos planes,
y aun cuando el corazón haya cambiado,
quizá revivirá el amor pasado
al encanto de viejos ademanes.
Haremos lo posible;
se portará uno bien. Tú, serás buena,
Y luego… es increíble,
tiene uno sus costumbres; la cadena
llega a veces a ser necesidad.

Siéntate aquí, bien mío:
recordarás junto de mí tu hastío,
y yo cerca de ti mi soledad.





Paul Geraldy




jueves, 16 de junio de 2011

Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera solamente una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se pueden reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: "qué calor hace", "dame agua", "¿sabes manejar?", "se hizo de noche"... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho "ya es tarde", y tú sabías que decía "te quiero".)

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.


Jaime Sabines











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sábado, 11 de junio de 2011


Entonces el Diablo dijo,

Es necesario ser Dios

para que le guste tanto la sangre.

[José Saramago. El Evangelio según Jesucristo]



Desquicio bajo el riesgo de hundirme víctima del peso de mis raquíticos estudios teológicos; con la omnipresencia imposible de tantos y tantos dioses –finitos, famélicos, soberanos, destructores- acechándome en cada golpe de pluma –o tecla-.


No me obste para decir que no son dioses los dioses que se multiplican en la sangre de sus endiosados; que no hay pasión en las muertes de sus corderos –divinos o no; humanos o no-.

No hay Dios en los abandonos eternos, en los descuidos callejeros, en las coincidencias paupérrimas. No hay Dios en las obediencias injustas, en las tragedias impuestas y resignadas.

Que haya Dios en los valles; en las risas; los trinos; los orgasmos. Que haya Dios en las Vidas, las verdades, las desgracias sinceras y disfrutables.

Que haya Dios, mortales. Que haya Dios.








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