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martes, 22 de enero de 2013

Tres cabezas


Qué amargos son los momentos de deshoras; de incertezas mancilladas por los deseos más atroces: los sádicos, los autodestructivos. 

Cortar este cordón sensitivo que nos conecta en algún nivel inimaginable; en el de los sueños perpetuos: los menos creíbles. 

Avanzar en un suspiro los trescientos años que me faltan para olvidarte; para desvanecer del mapa de las posibilidades todos los deseos infecundos que tuvimos, para ahogar de una vez y para siempre al monstruo triteste que llamamos amor. 











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