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martes, 3 de junio de 2008

Villa Pasado

Había tantas cosas por hacer. Corazones sinceros con guardias desprotegidas; conciencias y piernas relajadas que facilmente se doblegarían ante él. Xuntuáh era perfecta. ¿Por qué querría dejar atrás este paraíso azulado? Volver sobre las huellas de sus botas era practicamente un sacrilegio.

Volver... Volver para qué... ¿Para esquivar sagazmente el filo de las lenguas que le esgrimían la conciencia? ¿Para ocutar sus temores entre las torres del templo San Juan?

No. Volver no era -definitivamente- una opción viable. Era regresar a ese pueblo de quinta lleno de santurrones y asustadizos; a los convencioanlismos sociales perpetuos que lo habían hecho irse en primer lugar.

Xuntuáh era libre. -mística y enamorable- y Villa Pasado no era otra cosa que la plaza más sencilla de olvidar.

¿Para qué volver...? No era como que alguien lo esperara. No era como que sintiera júbilo de respirar su aire terrozo, pasearse por sus calles reparchadas, tomar la sombra en los arcos húmedos de la comunidad. Volver era más bien un destierro definitivo -irónicamente;- el punto cero de su travesía, el fondo que necesitaba tocar.


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3 comentarios:

Pollini dijo...

volver siempre ha sido muy triste, sin embargo, la considero una necesidad completamente ajena a lo que nosotros "deseemos"... Es una fuerza, casi como un instinto... Pero buehh, mi pregunta es, ¿por qué ese templo se llama San Juan?

Fátima dijo...

No sé porqué, enserio que no. Pero esta entrada me recordó a aquel poema del que tanto se enorgullecía usted, recuerda?

"¿Para qué amarla si ya la quiero dejar"


Hola Marta.
No ha subido la carta. ¿Por qué? No quiero subirla antes que usted.

Homeless Schakal dijo...

No se vuelve sin razón.

Recordar es volver a vivir, pero entiendo lo que dices: ¿por qué volver a vivir lo que se quiere tan encarnizadamente olvidar?

Saludos.