
Hoy conocí otro dolor. Un dolor ajeno y pequeñito; de manos fuertes y aire continuo; de sueños amplios y dorado perfil.
Hoy sufrí por ti. Con toda la grandeza que cabe en tus 50 centímetros; con tu brillo resplandeciente de primaveras rosas y domingos; con tus huellas de seda enredadas en el terciopelo del azar.
Y sufrí por ti. Por tu respiración trémula en el seno de la vida; por tu indefensión obstinada ante murallas y cortinas; por tus hilos pendientes del siempre y del jamás.
Hoy sufrí por ti. Con toda la grandeza que cabe en tus 50 centímetros; con tu brillo resplandeciente de primaveras rosas y domingos; con tus huellas de seda enredadas en el terciopelo del azar.
Y sufrí por ti. Por tu respiración trémula en el seno de la vida; por tu indefensión obstinada ante murallas y cortinas; por tus hilos pendientes del siempre y del jamás.
Mi niña, sin llamarte mía hoy por tus sueños se turbó mi paz.
Y por ti sufrí, aunque reía. Y mordí mis uñas y sangré mi día por vivir tu soplo y envidiar tu mirar; por sentir a tu madre extasiada en tus caricias; escuchar fluir el aire en el rescoldo de tu risa; ver volar tus sueños y volando alto, soñar…
Y por ti sufrí, aunque reía. Y mordí mis uñas y sangré mi día por vivir tu soplo y envidiar tu mirar; por sentir a tu madre extasiada en tus caricias; escuchar fluir el aire en el rescoldo de tu risa; ver volar tus sueños y volando alto, soñar…
Hoy sufrí por ti, mi niña… y sin llamarte mía, tras tus pasos siempre verás mi andar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario