
Calzó sus botas pesadamente, con ademán resuelto y olvidado. Saltó la verja sin problemas, dejando de lado el polvo salpicado en el azul grisáceo de sus pantalones roídos. Una mirada al horizonte: norte o sur, sur-norte, sur, sur… norte… dejó la decisión a las alas de un cuervo e inició la marcha hacia el sol de Xuntuáh.
Llevaba cargando muchos suspiros al cuello. Tantos amores que dejó llorando bajo las mismas ilusiones… Las amó. Claro que las amó; pero a su particular y cochina manera. Les desgarraba la razón con su voz pausada y melosa, y tras desnudarles los ojos con el filo de la lengua, les devoraba el alma y dejaba en huesos el corazón.
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Claro que las amó. Pero no se piense que le colgaba de los hombros la acción gravitacional de sus mujeres. Tampoco le sangraban las uñas en la espalda, los dientes en los labios, el éxtasis en la voz. Nonono… solo le pesaban las botas y las deudas… ¿Los sueños? ¿Cuáles? Desde pequeño había aprendido que la felicidad y Santa Clause son cuentos de niños… leyendas… como el sol de Xuntuáh…
Leyendas.
4 comentarios:
¿Qué tan leyenda será que muchos hemos sido víctimas de trotamundos como ese?
Pensar en anhelos solamente lleva a la decepción... ¿será?
Un saludo.
"No le sangraban las uñas en la espalda ni los dientes en los labios".
Me gustó mucho esa parte...
Sigue escribiendo Martita, demuestras que no necesariamente se necesita estudiar eso para redactar bien.
Lo cierto es que el peso de las botas se debe a la necedad y obstinación por mantenerse pegados al suelo, como si la porosidad de la tierra ofreciera algún refugio contra deudas y amores perdidos.
Curiosamente yo también he estado pensando en cuervos, muchos.
A su salud.
D.
y es qe esos patanes deambulan y pululan...
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